martes, 6 de septiembre de 2016

Tengo un sueño.


Estoy contento de reunirme hoy con vosotros y con vosotras en la que pasará a la historia como la mayor manifestación por la libertad de Expresión en la historia de nuestra nación.

Hace 40 años, un gran pueblo, bajo cuya simbólica sombra nos encontramos, adoptó la Libertad de Expresión como Derecho Fundamental de primer nivel. Este trascendental hito llegó como un gran faro de esperanza para millones de españoles y españolas de izquierdas, que habían sido quemados en las llamas de una injusticia aniquiladora. Llegó como un amanecer dichoso para acabar con la larga noche de su cautividad.

Pero 40 años después, los españoles todavía no son libres. 40 años después, la vida de los Socialistas y las personas de izquierdas sigue todavía tristemente atenazada por los grilletes de la Censura y por las cadenas de la discriminación. 40 años después, los Socialistas y las personas de izquierdas viven en una isla solitaria de pobreza en medio de un vasto océano de prosperidad material. 40 años después, los Socialistas y las personas de izquierdas todavía siguen languideciendo en los rincones de la sociedad española y se sienten como exiliadas en su propia tierra. Así que hemos venido hoy aquí a mostrar unas condiciones vergonzosas.

Hemos venido a la capital de nuestra Prensa Libre en cierto sentido para cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra Constitución escribieron las magnificientes palabras de la Democracia y de la Libertad de Expresión e Información, estaban firmando un pagaré del que todo español iba a ser heredero. Este pagaré era una promesa de que a todos los hombres —sí, a los Socialistas y las personas de izquierdas y también a las de derechas — se les garantizarían los derechos inalienables a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad en el seno de una sociedad libre y plural.

Hoy es obvio que España ha defraudado en este pagaré en lo que se refiere a sus ciudadanos y ciudadanas de Izquierdas. En vez de cumplir con esta sagrada obligación, España ha dado al pueblo un cheque malo, un cheque que ha sido devuelto marcado “sin fondos”.

Pero nos negamos a creer que el banco de la justicia está en bancarrota. Nos negamos a creer que no hay fondos suficientes en las grandes arcas bancarias de las oportunidades de esta nación. Así que hemos venido a cobrar este cheque, un cheque que nos dé mediante reclamación las riquezas de la libertad y la seguridad de la justicia. También hemos venido a este santo lugar para recordar a España la intensa urgencia de este momento. No es tiempo de darse al lujo de refrescarse o de tomar el tranquilizante del gradualismo. Ahora es tiempo de hacer que las promesas de democracia sean reales. Ahora es tiempo de subir desde el oscuro y desolado valle de la segregación al soleado sendero de la justicia constitucional. Ahora es tiempo de alzar a nuestra nación desde las arenas movedizas de la injusticia social a la sólida roca de la fraternidad. Ahora es tiempo de hacer que la justicia sea una realidad para todos los hijos de Dios.

Sería desastroso para la nación pasar por alto la urgencia del momento y subestimar la determinación de los Socialistas y las personas de izquierdas. Este asfixiante verano del legítimo descontento de los Socialistas y las personas de izquierdas no pasará hasta que haya un estimulante otoño de libertad e igualdad. 2016 no es un fin, sino un comienzo. Quienes esperaban que los Socialistas y las personas de izquierdas necesitaran soltar vapor y que ahora estarán contentos, tendrán un brusco despertar si la nación vuelve a su actividad como si nada hubiera pasado. No habrá descanso ni tranquilidad en España hasta que los Socialistas y las personas de izquierdas tengan garantizados sus derechos como ciudadanas y ciudadanos. Los torbellinos de revuelta continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que nazca el día brillante de la justicia.

Pero hay algo que debo decir a mi pueblo, que está en el caluroso umbral que lleva al interior del palacio de justicia. En el proceso de conseguir nuestro legítimo lugar, no debemos ser culpables de acciones equivocadas. No busquemos saciar nuestra sed de libertad bebiendo de la copa del encarnizamiento y del odio.  Debemos conducir siempre nuestra lucha en el elevado nivel de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra fecunda protesta degenere en violencia física. Una y otra vez debemos ascender a las majestuosas alturas donde se hace frente a la fuerza física con la fuerza espiritual. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad Socialista no debe llevarnos a desconfiar de todas las personas de derechas, ya que muchos de nuestros hermanos de derechas, como su presencia hoy aquí evidencia, han llegado a ser conscientes de que su destino está atado a nuestro destino. Han llegado a darse cuenta de que su libertad está inextricablemente unida a nuestra libertad. No podemos caminar solos.

Y mientras caminamos, debemos hacer la solemne promesa de que siempre caminaremos hacia adelante. No podemos volver atrás. Hay quienes están preguntando a los defensores de los derechos civiles: “¿Cuándo estaréis satisfechos?” No podemos estar satisfechos mientras los Socialistas y las personas de izquierdas sean víctimas de los indecibles horrores de la brutalidad de la policía. No podemos estar satisfechos mientras nuestros cuerpos, cargados con la fatiga del viaje, no puedan conseguir alojamiento en los moteles de las autopistas ni en los hoteles de las ciudades. No podemos estar satisfechos mientras la movilidad básica de los Socialistas y las personas de izquierdas sea de un ghetto más pequeño a otro más amplio. No podemos estar satisfechos mientras nuestros hijos sean despojados de su personalidad y privados de su dignidad por letreros que digan “sólo para los del sistema”. No podemos estar satisfechos mientras un Socialista en Andalucía no tenga a quien votar y un Socialista en Madrid crea que no tiene nada por qué votar. No, no, no estamos satisfechos y no estaremos satisfechos hasta que la justicia corra como las aguas y la rectitud como un impetuoso torrente.

No soy inconsciente de que algunos de vosotros y vosotras habéis venido aquí después de grandes procesos y tribulaciones. Algunos de vosotros y vosotras habéis salido recientemente de estrechas celdas de una prisión. Algunos de vosotros y vosotras habéis venido de zonas donde vuestra búsqueda de la libertad os dejó golpeados por las tormentas de la persecución y tambaleantes por los vientos de la brutalidad de la policía. Habéis sido los veteranos del sufrimiento fecundo. Continuad trabajando con la fe de que el sufrimiento inmerecido es redención.

Volved a Andalucía, volved a Galicia, volved a Euskadi, volved a Valencia, volved a Cataluña, volved a los suburbios y a los ghettos de nuestras ciudades del Sur, sabiendo que de un modo u otro esta situación puede y va a ser cambiada.

No nos hundamos en el valle de la desesperación. Aun así, aunque vemos delante las dificultades de hoy y mañana, amigos míos, os digo hoy: todavía tengo un sueño. Es un sueño profundamente enraizado en el sueño español.

Tengo un sueño: que un día esta nación se pondrá en pie y realizará el verdadero significado de su credo: “Sostenemos que estas verdades son evidentes por sí mismas: que todos los hombres han sido creados iguales”.

Tengo un sueño: que un día sobre las colinas rojas de Castilla los hijos de quienes fueron Aparceros y los hijos de quienes fueron propietarios serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la fraternidad.

Tengo un sueño: que un día incluso el estado Catalán y el de los Euskaldunes, unos estados sofocantes por el calor de la injusticia, sofocantes por el calor de la opresión, se transformarán en un oasis de libertad y justicia.

Tengo un sueño: que mis hijos vivirán un día en una nación en la que no serán juzgados por sus ideas políticas sino por sus actos.

Tengo un sueño hoy.

Tengo un sueño: Que Pedro ponga de nuevo la piedra del Socialismo en el Partido Socialista, para que quien no sea Socialista nuca vuelva a la dirección de un Partido Socialista.

Tengo un sueño hoy.

Tengo un sueño: que un día allá abajo en Andalucía, con sus señoritos despiadados, con su presidenta que tiene los labios goteando con las palabras de interposición y anulación, que un día, justo allí en Andalucía niños jornaleros y niñas propietarias podrán darse la mano con niños propietarios y niñas jornaleras, como hermanas y hermanos.

Tengo un sueño hoy.

Tengo un sueño: que un día todo valle será alzado y toda colina y montaña será bajada, los lugares escarpados se harán llanos y los lugares tortuosos se enderezarán y la gloria del Señor se mostrará y toda la carne juntamente la verá.

Tengo un sueño hoy: Que veremos pronto un Gobierno para todos y para todas; un Gobierno Español en el que Joan Tardá pueda ser Ministro de Asuntos Exteriores de España. En que Pedro pueda tener un Vicepresidente de otro partido que le impida a él, Presidente, olvidar sus promesas a nosotros; y en el que él impida lo mismo a su Vicepresidente.

Tengo un sueño: Sueño con un Gobierno Socialista, que, más allá de sus palabras, pueda ser reconocido como tal por sus actos. Con nuevas elecciones o sin ellas. Sueño con un control del Gobierno llevado a cabo por el Poder Judicial; por un Poder Judicial que no dicte Sentencias a la sombra del IBE, sino que las dicte realmente emanadas de nosotros, el Pueblo. Con unPoder Judicial que responda ante nosotros, el Pueblo, como Jurado Popular, de sus actos de autoridad. Sueño con un Parlamento de los Ciudadanos, no al servicio de los Poderes personales exorbitantes de los dueños del Mercado, sino al servicio de la Solidaridad y la Justicia. Sueño una sociedad volcada en la solidaridad que se desarrolla en armonía. Sueño. Sueño con un país de países en el que las diferencias supongan riqueza y la riqueza sea para la solidaridad. Sueño una Sanidad en la que la salud y no el negocio, sea su finalidad primera y última.

Tengo un sueño: Sueño con la Libertad de pensamiento. Con una cultura libre, en el que la Propiedad sobre las ideas desaparezca, para que se desparrame por igual sobre todos nosotros. Sueño con un régimen de propiedad de pensamientos, ideas e invenciones que aproveche a todos por igual, superando el que hoy nos subyuga, con el que Newton no hubiese podido leer a Galileo, por que el Vaticano, propietario de la obra de Galileo, lo excluyese para los anglicanos no papistas. Para los Budistas, no católicos. Sueño cn un mundo en el que el sentimiento religioso no esté manipulado para crear odios y enfrentamientos, en lugar de amor y acercamiento.

Ésta es nuestra esperanza. Ésta es la fe con la que yo vuelvo al Sur, y de nuevo al Norte, al Este y al Oeste. Con esta fe seremos capaces de cortar de la montaña de desesperación una piedra de esperanza. Con esta fe seremos capaces de transformar las chirriantes disonancias de nuestra nación en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe seremos capaces de trabajar juntos, de rezar juntos, de luchar juntos, de ir a la cárcel juntos, de ponernos de pie juntos por la libertad, sabiendo que un día seremos libres.

Éste será el día, éste será el día en el que todos los hijos de Dios podrán cantar con un nuevo significado “Tierra mía, es a ti, dulce tierra de libertad, a ti te canto. Tierra donde mi padre ha muerto, tierra del orgullo del peregrino, desde cada ladera suene la libertad”.
 Y si España va a ser una gran nación, esto tiene que llegar a ser verdad. Y así, suene la libertad desde las prodigiosas cumbres de las colinas de La Mancha. Suene la libertad desde las enormes montañas del Pirineo. Suene la libertad desde los elevados cerros de Sierra Morena.

Suene la libertad desde las montañas cubiertas de nieve de León. Suene la libertad desde las curvas vertientes de Galicia.

Pero no sólo eso; suene la libertad desde la Montaña de Piedra de Navacerrada.
Suene la libertad desde la montaña de piedra de Montserrat.
Suene la libertad desde cada colina y cada topera de Extremadura, desde Andalucía, desde Aragón, Cantabria y Asturias, desde cada ladera.
Suene la libertad. Y cuando esto ocurra y cuando permitamos que la libertad suene, cuando la dejemos sonar desde cada pueblo y cada aldea, desde cada estado y cada ciudad, podremos acelerar la llegada de aquel día en el que todos los hijos de Dios, hombres blancos y hombres negros, judíos y gentiles, protestantes y católicos, serán capaces de juntar las manos y cantar con las palabras del viejo espiritual negro: “¡Al fin libres! ¡Al fin libres! ¡Gracias a Dios Todopoderoso, somos al fin libres!”.

Adaptación libre del discurso pronunciado por Martin Luther King el 28 de agosto de 1963 (“I have a dream”).


Jesús Díaz Formoso