lunes, 4 de agosto de 2014

Cómo razonar lo irracional o Las trampas lógicas.


Tras ver este vídeo, mi primera reflexión es acerca de su veracidad. Dado que es sobradamente conocido que en toda guerra, la primera víctima es la verdad, he llegado a tal punto de incredulidad que me veo en la obligación de aplicar ese filtro a todo lo que veo, escucho y leo.

Partiré pues de la premisa de que todo lo que se ve en él es cierto puesto que, aunque no tenga manera de saber si se trata en realidad de una conversación entre un colono judío y unos palestinos, lo que me interesa en realidad, no es eso, sino la forma y el fondo de los razonamientos de ambas partes.

Pongámonos en situación con un ejemplo que nos ayudará a extrapolar las circunstancias a un entorno con el que quizá nos resulte más fácil empatizar.

Suena el timbre de nuestra casa, abrimos la puerta y un hombre nos saluda amablemente. Acto seguido nos cuenta que, como el Mesías está a punto de venir y, como yo ya debería saber, cuando el Mesías venga yo pasaré a ser su esclavo y como, además, la Biblia dice que mi vivienda está ubicada en las tierras que Dios dio a su pueblo, me insta a que divida mi casa en dos partes y le entregue a él una mitad para que pueda alojar a su familia.

El 25 de septiembre de 1926, tuvo lugar la Convención Sobre la Esclavitud en la que se proclama la ilegalidad de esta práctica y cuyo cumplimiento es supervisado por la ONU. El protocolo para su erradicación, fue aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 794/VIII-1, de 23 de octubre de 1953. Israel, firmó la aceptación de este protocolo el 12 de septiembre de 1955.

Diremos entonces, como dato, que Israel se ha comprometido ante el mundo a erradicar la esclavitud. Si esto lo ha hecho o no contra la voluntad de su Dios, lo desconocemos pero, si tras la llegada del Mesías, el planeta será un paraíso dominado por los judíos, en el que el resto de razas seremos esclavos o habremos muerto, se diría que ese paraíso sólo podría estar formado por gente con una nula empatía. Yo, al menos, no me sentiría bien en un mundo en el que sólo los de mi raza vivieran felices y el resto tuviera que dedicar sus días a servirme, pero, aunque bien pensado, ese mundo no diferiría demasiado del actual, siempre puede decirse que, por mi incapacidad para ser feliz de esa manera, es por la que ese Dios, no me ha elegido a mí. También hay que destacar que en religiones diferentes, la selección de elegidos parece hacerse por criterios bien distintos.

Si el pertenecer a un pueblo le hace a uno automáticamente justo y convierte en justos todos sus actos, cualquier pueblo formado por psicópatas podría dominar la tierra y someterla en virtud de cualquier ideología, sea política, religiosa o de cualquier otra índole.

Sin embargo, si la naturaleza nos da, a la inmensa mayoría, la capacidad de discernir entre lo bueno y lo malo, no parece que esa mayoría considere bueno o razonable que alguien, en virtud del grandioso motivo que fuere, decida motu proprio quien es el dueño y señor de la tierra, máxime cuando todo parece indicar que somos nosotros quienes le pertenecemos a ella y nunca al revés.

Y dado que Dios parece guardar silencio en todo lo que concierne a sus escrituras y una y otra vez, se vale de intermediarios que se arrogan el derecho a hablar en su nombre, quizá sería un buen momento para que el propio Dios, dado que otra solución nunca será posible, aclarase de una vez, cómo es que sus representantes pueden defender una cosa y la contraria dependiendo de quién interprete sus presuntas palabras.

Quizá cabría esperar de unas leyes divinas, una concreción sobrehumana que no fuese capaz de suscitar interpretación alguna más que la correcta.

Mi respuesta sería pues, que con toda la humildad de un simple ser humano, entregaré personalmente y sin dudarlo, las llaves de mi casa al propio Dios el día que venga a reclamármelas pero jamás entregaré ni un ladrillo a quien con arrogancia más humana que divina, se presenta ante mí como intérprete de la palabra de Dios.

Creer no es saber. Las creencias nunca deben discutirse puesto que la mente humana tiene la capacidad de creer cualquier cosa y el debate se convierte en un ejercicio baldío. Uno puede creer que es capaz de volar y seguir creyéndolo toda su vida, e incluso transmitir esa idea a su descendencia. Muchos pensarán que esa creencia sería válida hasta que un día alguien tratara de ponerla en práctica saltando al vacío desde una gran altura, sin embargo, el aferramiento a las creencias de algunos humanos es tan grande, que no faltaría quien pensara que el motivo de la caída de nuestro Ícaro, estaba en su escasa fe, o que su salto sólo fue una muestra de vanidad y un intento de tentar a los dioses que por eso lo castigaron.

En definitiva, jamás habrá paz donde lo que se busca no es la paz sino la victoria.