Señor Rodríguez Braun, voy a confesarle una cosa. Hace
tiempo que, camino desorientado entre ideologías, teorías políticas y modelos
económicos sin encontrar aquel que satisfaga mi pragmática razón al completo. Amo
demasiado la verdad, como para poder echar el ancla en ninguna corriente
concreta y la libertad, como para convertirme en adocenado borrego de ninguna
causa.
Mi acercamiento al liberalismo se asemeja al de la mosca a
un tarro de miel. Entenderá usted que, la acepción principal de la palabra es
demasiado tentadora como para desdeñarla pero, como ser racional que soy, el
dulce olor que me atrae a ella, choca bruscamente con el tarro de cristal en el
que ustedes la envasan, y le aseguro que el suyo es uno de los tarros de
mayor grosor con los que me he encontrado hasta la fecha.
Por lo que he visto en otras intervenciones suyas,
conferencias, entrevistas, debates radiofónicos, etc. Tiene usted una marcada tendencia,
no sé si natural o aprendida, a demoler aquello que se opone a su forma de
entender la economía en particular y la sociedad en general y partiendo,
siempre según su opinión, de un profundo respeto, llama estupideces o bobadas a
las ideas ajenas que usted analiza con unas polícromas gafas de sol que adaptan
su color al del enemigo para hacerlo desaparecer.
Se diría que, en lugar de construir usted su propia casa y
tratar de que los demás la admiren, optara primero por arrasar demoledoramente
la urbanización entera sin dejar nada en pie para que sus interlocutores partan
de la base de que todo lo demás es malo y una vez convencidos, no les quedase
más remedio que aceptar que el único edificio posible es el suyo.
Comienza usted esta intervención diciendo lo siguiente:
“Se dice que el estado tiene que intervenir porque, como
decimos los economistas, hay un problema de información asimétrica.” No he
podido ver la intervención al completo así que daré por hecho que ese “Se dice”
tiene un sujeto real y no elíptico como da a entender este corte. Lo que está
haciendo usted es un planteamiento de la cuestión que va a demoler a
continuación. Repito que por desconocer
el resto de la charla, no puedo saber tampoco a qué economistas hace usted
referencia que, según usted sostienen que “el estado debe intervenir porque la
información es asimétrica” no dudo que los haya, puesto que sé de su envidiable capacidad para devorar libros en minutos, pero echo de menos sus nombres, simplemente para completar mejor la información.
Su siguiente paso consiste en enseñar la bola de
demoliciones y para ello un médico es un ejemplo perfecto. No hay nada más asimétrico
que una conversación entre médico y paciente y eso lo entiende todo el mundo pero...
¿conoce algún caso en el que el estado haya intervenido en tales conversaciones?
¿Acaso en algún país debe el paciente pasar un cursillo preparatorio antes de ir
a una consulta?
Claro, por supuesto que la información es asimétrica entre
cliente y abogado o arquitecto o economista. En cualquier servicio que yo
demande por desconocimiento, la información entre el que lo ofrece y yo es
asimétrica siempre. Pero si yo soy médico y acudo a un colega porque no puedo
operarme a mí mismo, ahí la información es simétrica, valoraciones individuales
aparte claro está. De modo que recomiendo evitar el uso de la palabra “siempre”,
aunque le confiere a usted una autoridad de cara al público que en mi opinión
nadie con una vanidad saneada debería arrogarse dado el postulado socrático de
que todos ignoramos algo.
Para los menos avezados, les diré que en economía, se da “información
asimétrica” cuando, por ejemplo yo vendo mi finca rústica por 10.000€ y usted
que la compra, sabe algo que yo ignoro, que debajo de ella hay una mina de oro que
la hace de un valor incalculable. Aquellos de ustedes que piensen en esta
transacción desde el punto de vista del vendedor, dirán: “es injusto” pero los
que se sitúen del lado del comprador afirmarán: “un tío listo sí señor”, sin
embargo, ambos convendrán conmigo que esto no tiene mucho que ver con la
relación médico paciente o abogado representado.
Nada tiene que ver pues la bola con la construcción a
demoler pero, no se puede negar que es una herramienta perfecta para destruir.
Ahora llega el momento más importante, empezamos a zarandear
la bola.
“En una sociedad libre, la propia sociedad establece
mecanismos mediante los cuales la información asimétrica es aprovechada por
todas las partes, no por la persona que solamente la posee.
Digamos:
Voy a comprar el pan y la barra de pan me sabe mal, para qué
deciros si está envenenada, para qué deciros... el panadero va a tener
problemas eh. ¿Por qué? Porque hay otro en la otra esquina.”
Estamos a punto de dar el golpe de gracia a la favela del
mercado intervenido.
Verán. Existe una máxima latina en economía que aplasta todo
lo que pueda estorbar en una ecuación y que ya mencioné en algún artículo
anterior: “Cæterīs pāribus”, es decir, permaneciendo invariable todo lo
demás.
Esta máxima causa estragos en la mente de los economistas
porque les permite no tener en cuenta selectivamente lo que no convenga a sus
intereses.
Usted, Señor Braun, acaba de colocar dos panaderías en una
pequeña urbanización de 100 viviendas alejada 100km del centro comercial más
cercano pero, aún admitiéndolo como posible, ¿qué pasa si el pan de las dos
panaderías sabe mal porque el problema está en el agua de la traída que ha sido
contaminada por unos vertidos legales que la factoría de una multinacional
recién instalada, evacua al río una vez por semana? ¿qué pasa si la dirección de la empresa decide libremente compensar al pueblo
regalándole a diario a cada ciudadano una barra de pan que trae en una furgoneta
desde una prestigiosa panadería de la capital?
¿Le sirve como ejemplo de información asimétrica? ¿Y como
ejemplo de mercado libre?
Tranquilo, no penalizaremos a la multinacional por
monopolio, como le he oído decir a usted en cierta ocasión,” eso sería castigar
el éxito”. Además, en una "sociedad libre", los panaderos pueden libremente
cerrar sus panaderías y montar libremente una charcutería dado que, al aumentar
el consumo de pan, aumentará seguramente también el de embutido. Y si no,
también pueden recurrir a eso que se conoce últimamente como: “movilidad externa” y
marcharse libremente a otra ciudad u otro país.
¿Queda claro cómo se impide que la asimetría “sea motivo de
abuso”?
Se acerca el momento final.
Aumentemos el peso de la bola con algo que todo el mundo
comprenda sin pensar y acepte sin rechistar: vamos a meter algo de fútbol. Eso
tocará la fibra sensible de todos y, si les arranca una sonrisa, la chabola quedará
definitivamente destruida en la mente del auditorio.
Aprovechemos para dejar grabado a fuego el mensaje más
importante de todos: “la competencia es buena”.
Ponemos cara de bruja maléfica y decimos: “hay que educar a
los niños en la cooperación, no en la competencia porque la competencia es mala”.
“Si algún día, todo esto de los derechos sociales que hemos
venido hablando a lo largo de esta tarde se aplicara al futbol, entonces los
equipos pobres, tendría porterías muy pequeñas y el Real Madrid y el Barcelona
tendría unas porterías enooooormes”
En esto tiene razón Don Carlos. En realidad no sé ni por qué
en algunos deportes existen las categorías. En una competencia perfecta,
tendría que poder batirse en un rin un peso pluma con un peso superpesado.
Quizá así, el más fuerte, por el "mecanismo" de los vasos comunicantes, podría pasar
su información asimétrica al otro y ambos podrían aprovecharla gracias a
esos mecanismos de control que se establecen de forma automática al saltar al
cuadrilátero.
Por mi parte, ya le he dicho a los chicos del equipo de
traineras que a partir de ahora cada uno reme lo más rápido que pueda, que eso
de cooperar no les llevará a la victoria, y que si la embarcación empieza a dar
giros, la culpa será del timonel que pretende regular este mercado de competencia perfecta.
Salud Don Carlos. Por el momento, seguiré comprándome mi
propia miel y abriéndome el tarro para untarla en el delicioso pan de una
cualquiera de las seis panaderías cercanas a mí casa. Sin embargo, le cedo a
usted el honor de contestar a la pregunta del título: ¿Paralogismo o sofisma? Esa
respuesta, sólo usted la conoce.
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El truco explicado o cómo un niño puede ser esclavo de su propia libertad.
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