¿Ha vencido la justicia? |
En su artículo 1, la Constitución Española de 1978 definió tres pilares sobre los que construir nuestro futuro país. Un trípode refrendado mayoritariamente por los españoles con su voto sobre el que apoyar la construcción de un estado diferente:
“1. España
se constituye en un Estado social y democrático de Derecho,
que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad,
la justicia, la igualdad y el pluralismo político.”
Aquel
esperanzador texto, abría la puerta a un modelo de cooperación, de búsqueda del
bienestar y la igualdad (social), en el ámbito de una sociedad capaz de decidir
y responsabilizarse de su futuro (democrático) y amparado todo en el marco de
unas leyes que nos obligarían a todos por igual y con una reconocida separación
de poderes que dotaría de los medios necesarios para salvaguardar el perfecto
funcionamiento de los engranajes de esta, entonces novedosa maquinaria, que se
ponía en nuestras manos.
35 años
después, una crisis en cuyas causas todos, incluso desde el prisma de las más
alejadas diferencias ideológicas, estamos de acuerdo, aunque podamos discrepar
luego en cuanto a sus culpables, ha carcomido sin piedad el sentido social de
nuestra carta magna, rindiendo el bienestar de la población y supeditando
nuestra norma fundamental, al mandato imperativo de la Comisión Europea, El
Banco Central Europeo y El Fondo Monetario Internacional que nos obligan a un
incomprensible suicidio social ante el que sólo nos quedaría como respuesta más
democracia y el ejercicio del derecho.
Pero cuando
los ciudadanos pedimos a nuestros representantes que detengan con urgencia esta
sangría que ya nadie soporta, y a pesar de que todas las encuestas indican el
desmoronamiento del apoyo a nuestro parlamento actual, nuestros diputados se
amparan en una mayoría absoluta que en unas elecciones convocadas hoy ya no
tendrían, lo que hace muy dudoso y deslegitima el poder democrático de nuestro
gobierno actual e incluso de la composición al completo de nuestra cámara baja.
Dilapidado
el sentido social, cuestionado el valor democrático de quienes nos representan,
y aderezado todo con el amargo sabor de la corrupción que parece haberse
generalizado en nuestras instituciones, el único baluarte que le queda como
refugio al ciudadano es el derecho.
Sin embargo,
quienes hoy nos dirigen, sean quienes sean, no parecen tener la más mínima
intención de dejarse amedrentar por ninguna ley que les incomode y no tienen
recato en utilizar todos los medios a su alcance para entorpecer la encomiable labor
de aquellos jueces que, en un ejercicio de coraje en defensa de su
independencia, plantan cara a la corrupción en lo que parece ser hoy la
“intrepidez” de llevar a efecto la máxima constitucional de que la justicia es
igual para todos.
Es por eso
que nosotros, los representados, aquellos a los que nuestra constitución
vigente atribuye el origen de la soberanía, manifestamos nuestra admiración y
apoyo absoluto a aquellos jueces que ejercen su profesión con valentía, con
rigor, con transparencia, con independencia y con un gran sentido de la
responsabilidad, poniendo en juego incluso sus carreras en defensa de la única
arma que podemos ya esgrimir: nuestro derecho a pedir justicia. Ellos son el
único pilar que sustenta hoy ya nuestro sueño democrático.
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