sábado, 1 de diciembre de 2012

Alemanes fabricados en España.


Francisco José Pan-Montojo Puga
Mi padre murió hace 5 años de Parkinson. Sé que su neurólogo diría que el Parkinson no mata pero, digamos que lo deterioró lo suficiente como para que cualquier incidente pequeño lo postrase en la cama y, sumando otras complicaciones, acabase con su vida.  

Murió triste, atrapado en un cuerpo que no le respondía como él quería. Muchas veces le vi llorar por ser consciente del deterioro que iba notando de un día para otro.

Aprendí a identificar la enfermedad en la gente, incluso joven, que veo por la calle. El rostro inexpresivo - le llamábamos “cara de luna”-, el alabeo al empezar a caminar, los temblores, las dificultades para expresarse.

Por eso soy consciente de la importancia del descubrimiento de Francisco José Pan-Montojo Puga, un licenciado en medicina por la Universidad Autónoma de Madrid que realizó sus investigaciones en Dresde gracias al Programa Internacional de Doctorado del Instituto Max-Planck de Biología Celular y Genética fundado en esa localidad en el año 2001.

El ejemplo de este coruñés emigrado, viene como anillo al dedo para explicar lo que está ocurriendo con la investigación en nuestro país. Formamos con dinero público a profesionales que luego becados, van a completar su formación al extranjero, donde hacen sus descubrimientos que acaban transformándose en patentes que luego pagamos aquí a precio de oro y que enriquecen a sus países de origen, en este caso Alemania.

Francisco lleva desde septiembre de 2006 trabajando en su tesis doctoral. En España nadie financiaría una investigación que tardase seis años en dar frutos, y quizá otros seis en generar una patente que haga rentable la inversión. En España hemos abrazado la cultura de la “plusvalía inmediata” y por eso lo que no lleve adherida una comisión o un beneficio especulativo rápido no nos interesa. Ese es el motivo por el que nuestros bosques están plagados de eucaliptos y no de hayas. Por eso invertíamos en la construcción que en los “buenos” tiempos permitía duplicar o triplicar en menos de tres años el dinero invertido y no en investigación. ¿Por qué apoyar a la tortuga cuando sabemos que la liebre corre más?

Gracias a Francisco, ahora sabemos que el origen del Parkinson está en determinados pesticidas para los que algunas personas tienen una escasa capacidad para contrarrestar sus efectos  y que acaban produciendo la enfermedad en el intestino y de ahí transmitiéndola al cerebro. Algunos de estos pesticidas están permitidos en la Comunidad Europea. La pregunta es ¿será necesario hacer un estudio de rentabilidad para que nuestros gobernantes prohíban esos pesticidas, o les llegará con saber el sufrimiento que producen?

En mi mundo, los niños pedirían autógrafos al Doctor Pan-Montojo y no a los que tienen como única habilidad, hacer malabares con una pelota o correr más rápido que los demás.