sábado, 15 de septiembre de 2012

Rompe las bridas

¡¡ Rompe las bridas !!
 
Era un día soleado y se puso a llover. Entonces miré al cielo y lo vi; era el Arcoiris. Todos los colores, que superpuestos son uno, brillaban juntos en armonía.

Su visión m
e ha recordado a Neptuno y la génesis del ARTE de dominar la fuerza brutal de un caballo por medio de una ligera BRIDA.Burocracia, Procesos, trabajos inútiles, deseos sin sustancia, barreras al flujo. Fortalece la intensidad del mensaje que desde siempre has intuido, al margen de todo raciocinio: Busca las Bridas que te dominan. Luego, RÓMPELAS. Lo harás sin apenas esfuerzo (esta información es confidencial: Los Caballos no pueden llegar a conocerla).


Las almas se buscan”, me dijeron. Se buscan, incluso sin saberlo, hasta que se encuentran, me dije yo.Mis amigos. A lo largo de mis días, he tenido muchos amigos. Hasta los dos años, mis amigos ni siquiera tenían nombre. Solo caras. Después tuvieron nombre, pero sus caras son, hoy, difíciles de recordar. Más adelante, mis amigos eran mis cómplices en los juegos infantiles. Ni cara ni nombre; personaje e imaginación.

En mi juventud, mis amigos pensaban como yo; y es que no sabíamos que pensar. Más adelante se trató de divertirse; parecía que ninguno de nosotros tenía más familia que nuestro grupo. Después nos fuimos perdiendo de vista.
De repente, te das cuenta de que un amigo de hoy fue un amigo de ayer. Y de que los amigos de ayer no son los amigos de hoy. En algunos, sin embargo, siempre queda una brasa de amistad. Y en otros, esa brasa, vuelve a nacer súbitamente. En la mayor parte de los casos, sin embargo, es imposible reconocer el sentido de la pretérita amistad.

Los amigos que no son amigos hoy, porque lo son desde ayer, siempre tienen un lugar en tu corazón. Aún cuando solo hubiesen sido caras. Reconocerlas hoy es volver a amarlas. Hay amigos de ayer cuyas caras te dicen menos que sus nombres. Respecto a ellos, solo te queda la lealtad. No la razón de esa lealtad.

Hay amigos de siempre. Amigos que nunca podrán dejar de serlo. Es amor. Amor no sensual. No importa cuánto tiempo, ni cuantos cambios. Nunca has dejado de tenerlos presentes, y la alegría del reencuentro es desbordante, siempre sincera.

Hay amigos de la juventud que te acompañaron hasta la madurez. Luego dejaste e verlos. Pero siempre están ahí. Al menos en tu interior. No se puede saber si es recíproco, pues nada has vuelto a saber de ellos. Pero es algo más que una manipulación de tu mente. Lo sabes cuando los reencuentras. Da igual que todo haya cambiado; la amistad permanece. Intacta. Amigos así no abundan.

Pero también hay amigos nuevos, que son de siempre. Amigos que conoces cuando lo anterior te hace daño y el presente es el futuro. Son las almas que, buscándose, se encuentran. La verdadera amistad, que aprecias por lo que es.
Ante esa amistad, las anteriores palidecen. Esa amistad te hace posible ver la mentira que hace permanecer vínculos anteriores. Esos vínculos, si son sólidos, sin embargo, no desaparecen con el reconocimiento de la verdadera amistad. Sigues amándolos, pero no como adultos, sino como niños. Son lo que yo quise que fuesen para mí. Y aún así los amo. Pero con un amor diferente. Daría todo por ellos, pero a desgana, culposamente. Refugiándome en el “me da igual lo que hubieses hecho, eres mi amigo”.

Los amigos nuevos, que son de siempre, dan otro sentido a la amistad. No me da igual lo que hagan. Precisamente, es el que hagan lo que deban hacer, lo que fundamenta la amistad. Y sobre esa sólida base, la amistad puede crecer hasta lo inimaginable.

No la buscas. Te encuentras en el camino. Y te reconoces. Identificas las mismas preocupaciones, los mismos intereses, las mismas desesperanzas. Vidas distintas; vidas paralelas. Vidas que se superponen. Incluso en la discrepancia.

Abarcas con ellas un nuevo espacio, nuevo pero preexistente. Ajeno a la causalidad y al tiempo.

Chus.