sábado, 11 de agosto de 2012

El SAT entra en Mercadona.



La verdad es que para opinar sobre este caso hay que ser muy estricto, así que, como siempre, recurro al diccionario.

Robar: 1. Quitar o tomar para sí con violencia o con fuerza lo ajeno. || 2. Tomar para sí lo ajeno, o hurtar de cualquier modo que sea.

Sí, ya sé que muchos pensaréis: no es ahí donde hay que buscar, es en el código penal donde está definido el delito de robo y al fin y al cabo esa es la ley que se usa para juzgarlo así que vayamos al código penal:

Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal.
TÍTULO XIII.
Son reos del delito de robo los que, con ánimo de lucro, se apoderaren de las cosas muebles ajenas empleando fuerza en las cosas para acceder al lugar donde éstas se encuentran o violencia o intimidación en las personas.

Si tenemos en cuenta la definición del diccionario, la actuación del alcalde de Marinaleda en el Mercadona, no puede ser considerada robo puesto que el señor Gordillo, no toma nada “para sí” pero, si lo que aplicamos es el código penal, tampoco podría considerarse robo puesto que en su acción no había ningún ánimo de lucro dado que, según sus propias declaraciones, expropiaba para los demás y no para él.

Supongo que si algún abogado lee estas líneas se estará tirando de los pelos por la simplicidad de mi razonamiento así que no seguiré por ahí. Seguramente hay mil matices ocultos que establecen que llevarse algo que no es tuyo, es un robo en toda regla. O no claro. A veces las leyes son así de absurdas. Ese es el precio que hay que pagar por querer abarcar sobre un papel todos los casos posibles, al final, siempre hay alguno que se escapa.

Stricto sensu - valga el término usado por los letrados -, el alcalde de Marinaleda no ha robado nada a Mercadona, sin embargo, dado el extraordinario interés que ha puesto el ministro del interior en azuzar a la fiscalía para que impute a Sánchez Gordillo, me temo que la acusación será otra: algo así como alteración del orden público o algo similar que permita meter en la cárcel a don Juan Manuel, o quizá mejor, a alguno de los miembros del SAT detenidos, unos años y convertirlos así en mártires de su causa a ojos de sus seguidores y en arredrados y humillados perdedores a los de sus críticos.

El fondo del asunto, es decir: ¿qué hacemos con la gente que no tiene ya nada que llevarse a la boca? quedará como siempre atrás.

Cuándo algún partidario de un partido político intenta conquistar mi voto, siempre le hago la misma pregunta: ¿qué plan tiene tu partido para los vagos? En esa pregunta, doy por hecho que su partido considera vagos a los que no trabajamos puesto que muchos piensan que no lo hacemos porque no queremos, porque estamos cómodos en nuestras casas comiendo la sopa boba. No pregunto por los desempleados porque eso puede llevar a una respuesta automática: “incentivar las políticas de creación de empleo”. En realidad pregunto por aquellos que ya no van a encontrar un empleo en lo que les queda de vida y no tienen ningún tipo de prestación. Esos que algunos publicadores de noticias llaman: “caraduras”.

Si la respuesta es: la caridad, entonces quizá en el mundo en el que vivimos, se haya sustituido el derecho a la vida por el derecho a la misericordia.

¿Qué es lo que tienen que hacer si no, aquellos cuya lucha diaria es ya tan solo por sobrevivir? ¿Arrastrarse a los comedores sociales para contribuir al lavado de conciencia de aquellos que les han dejado sin nada?

Ojalá los que leéis estas líneas, nunca tengáis que reventar el candado de un contenedor de basura de un supermercado. Os lo deseo de corazón porque, no creo que sea necesario pasar por eso para saber lo que es.

¡Hay que ver cuántos mundos hay en este único plantea!