Es mejor perder que sentirse victorioso.
Soy uno de los perdedores, uno de los derrotados por vuestra
estrategia. En realidad, lo más curioso del asunto es que
es probable que ni siquiera haya habido una estrategia premeditada, es probable
que simplemente hayáis ido devorando todo lo que se ponía en vuestro camino,
siguiendo vuestro instinto depredador hasta que ya no quedaba nada por devorar.
Si alguien oponía resistencia o bien lo comprabais o bien lo destruíais o ambas
cosas a la vez porque, comprar para destruir también es algo válido en vuestra
tabla de tácticas de trabajo. Y aún hay quien dice que los mercados se comportan racionalmente. Aunque jamás lo reconoceríais públicamente, sabéis que esa afirmación es falsa.
Lo mejor es que, intencionadamente o no, habéis creado una
sociedad en dipsomanía permanente que ve, juzga, critica pero enseguida olvida
todo tras la resaca de una buena alegría futbolística o de una buena bronca
televisada.
El Deportivo de La Coruña vuelve a la primera división de fútbol. |
Os felicito.
Pero, aunque pudiera parecer que ya lo tenéis todo, y
nosotros seamos incapaces de entender para qué queréis tanto, no estáis aún
satisfechos. De vuestras saqueadas naves queréis extraer aún el último cofre
del tesoro antes de saltar al bote salvavidas y abandonar a la tripulación a su suerte, aunque se hunda con el barco.
Durante años permanecisteis en la sombra, moviendo los hilos
de vuestras marionetas sin que apenas se intuyese vuestra presencia. Hoy dais
la cara con arrogancia, con chulería: “Sí, aquí estoy, me lo llevo todo y nadie
me va a decir nada y además el daño que dejo lo vais a pagar tú, tus hijos y
probablemente tus nietos con vuestro trabajo. Yo he dictado las leyes que
escribieron otros, esas leyes que me protegen de ti para que no puedas tocarme.
Yo he alterado el sistema para que la balanza caiga siempre de mi lado. Hasta
ese Dios en el que finjo creer, está conmigo. ¿Y qué?”
Sois crueles, no sentís la más mínima empatía hacia las
personas que habéis arruinado. Hacia aquellos que se ganaban la vida
sirviéndoos. Hacéis y deshacéis a vuestro antojo sin preocuparos por los
afectados por vuestras decisiones. Ante la victoria todo os vale y como yonquis del éxito, vais encadenando sin mesura una tras otra para apaciguar los temblores de vuestro ego.
Y cuando ya no quede nadie a quien arrebatarle nada, no os
quedará más remedio que aniquilaros los unos a los otros hasta que sólo quede
uno. ¿Y luego qué?