lunes, 12 de marzo de 2012

Huelga general 29 Marzo 2012. Consideraciones.

Desde la entrada en vigor del Euro, en España, la evolución de los salarios con respecto al IPC y según el Instituto Nacional de Estadística es la siguiente:


Esta gráfica abarca sólo hasta el año 2009. En los últimos tres años, el IPC ha aumentado en un 6,4%, incrementando por tanto la diferencia hasta el 30,5%.

Hasta 2009 el salario medio de los contratados por tiempo indefinido fue de: 23.979,65 € mientras que el de los contratados por un período determinado fue de: 16.700,92 €. Bien entendido que el salario medio no es muy representativo puesto que, como todos sabéis y se suele decir, para las estadísticas, si tú tienes dos pollos y yo ninguno, ambos tenemos uno, aunque el resultado final sea que tú comes y yo miro.

Lo que estos datos indican, es que el empobrecimiento de los trabajadores españoles ha sido sustancial desde nuestra integración plena en Europa. Eso sin tener en cuenta la pérdida progresiva de ciertas prestaciones sociales o las congelaciones o reducciones salariales a los funcionarios.

Sentada esta base, analicemos algunas de las opiniones que se están vertiendo de uno y otro lado respecto de esta huelga general:

  • Es una huelga irresponsable.
Objetivamente, no parece que la huelga sea algo deseable ni para los trabajadores ni para los empresarios ni para los gobiernos. En realidad todos tenemos algo que perder con ella. Sin embargo la palabra irresponsable carga intencionadamente la culpabilidad sobre los convocantes, cosa que no tendría mucha relevancia, de no ser porque la acusación viene de aquellos que han sido artífices del motivo que la originó.

Hagamos un poco de “política ficción”. Imaginemos un naufragio, una lancha salvavidas llena al completo y un grupo de supervivientes que nadan desesperados hacia ella entendiendo que es la última esperanza para salvar sus vidas. Cuando se están acercando, alguien abordo dice: “Bien, como no cavemos más en la embarcación, alguno de vosotros deberá tirarse al océano para dejar sitio a los nuevos, así que propongo que sean los más viejos los que “voluntariamente” se tiren.” Los más entrados en años se miran unos a otros y al unísono exclaman: “¿Y por qué no empiezas por tirarte tú? A lo que el improvisado líder replica: ”Estáis haciendo un enorme ejercicio de irresponsabilidad. Vosotros ya habéis vivido bastante, además dentro de poco llegará ayuda. ¿Acaso vais a permitir que esta gente muera”?

  • No se ha dado al gobierno ni los cien días de margen de confianza y ya se le convoca una huelga general. Estas prisas sólo tienen como motivo las elecciones autonómicas de Andalucía.
Siendo estrictos, la primera afirmación es rigurosamente falsa, puesto que, si Mariano Rajoy tomó posesión de su cargo el 21 de diciembre de 2011, el 29 de marzo se cumplirían exactamente esos cien días.

Lo cierto es que esta referencia de los cien días no tiene ninguna validez jurídica ni siquiera moral o política, se podría haber tomado como referencia cualquier otra, por ejemplo, habría sido más correcto decir: “Aún no han pasado cuatro meses desde la toma de posesión de Rajoy y ya se le convoca una huelga general”.

Sea cual sea la afirmación que os parezca más exacta, el caso es que no ha tardado ni los cien días ni los cuatro meses el gobierno en elaborar la reforma laboral y dado que la reacción siempre es posterior a la acción y no al revés, no entiendo que se utilice este argumento como defensa de dicha reforma.

Respecto a las elecciones autonómicas del día 25 de marzo, son cuatro días antes de la huelga y el interés del PSOE en apadrinar esta convocatoria no se entiende muy bien, cuando ellos mismos elaboraron en 2010 una reforma laboral que también fue contestada con una huelga general y que se demostró ineficaz para la creación de empleo. De todos modos las intencionalidades, aunque probables, son difícilmente demostrables.  Recuerdo que de niño, mi hermano siempre quería jugar con el juguete con el que yo estaba jugando en ese momento. Quizá su intención era fastidiarme pero es posible que lo que yo entendía como un ataque, para él fuera un intento de compartir el juego conmigo.

  • Los sindicatos son una masa de liberados, subvencionados , sobre-representados y más pendientes de la función pública que de la privada.
Sólo el 16,4% de los trabajadores españoles están afiliados a algún sindicato. Estamos por tanto hablando de una masa de unos tres millones de trabajadores afiliados en España. Sin embargo el 100% de los trabajadores españoles, al contrario que en otros países, se beneficia de los logros sindicales.

En lo referente a los liberados, según datos de la CEOE, en España hay 4.127 personas que dedican su tiempo completo al trabajo sindical mientras cobran su salario de las empresas a cuyos trabajadores representan. Según la misma fuente, el coste para las empresas es de “más de 250 millones de euros al año, sin contar el coste de reposición y/o la productividad asociada”. Lo que nos da una media de salario anual por liberado de 60.576 € anuales. Si volvéis al principio de este artículo, veréis que es casi tres veces más del salario medio para los contratados por tiempo indefinido en 2009, lo que deja en mal lugar a la CEOE, o bien porque parece mimar en exceso a sus liberados sindicales o bien porque el cálculo no parece del todo fiable.

Además, para ser honestos, hemos de tener en cuenta que existen sindicatos como la CNT que no sólo no tienen liberados sino que además no perciben ni un solo euro del estado, ingresando casi exclusivamente las cuotas de sus afiliados.

De todo esto lo que sí parece deducirse es que el modelo sindical o bien es rechazado por la mayoría de trabajadores, o bien no ha sido bien comprendido.

Estos días, los periódicos nos bombardean información sobre la cantidad de dinero que cuestan al estado los sindicatos en concepto de subvenciones y formación, con los desorbitados salarios de sus dirigentes y denunciando sus silencios mientras el gobierno era del PSOE.

Sean cuales sean las causas de todo esto, lo que parecen indicar los datos es que hay una desconexión enorme entre la gran masa de trabajadores de España y sus organizaciones sindicales. Y no parece que estos hayan tomado ningún tipo de medida para reconciliarse con aquellos a los que dicen representar.

Es normal que un trabajador de la construcción o una transportista, no se sientan representados por unos dirigentes que superan, según se dice, los 100.000 euros anuales de salario y que se pasean por la ciudad en coche con chofer. Tampoco la empleada de una conservera o un maestro pueden sentirse bien representados por unos compañeros liberados que no tienen apenas contacto con el devenir cotidiano de su puesto de trabajo, centrándose más en tareas administrativas ajenas a la actividad propia de la empresa y que suponen además una carga importante sobre los costes de producción.

Parece que urge una autocrítica en los líderes sindicales y un cambio urgente de estrategia que recupere la fe de sus compañeros. ¿Qué tal si seguimos el ejemplo de la CNT? ¿Podría negociarse con el gobierno la afiliación obligatoria a cambio de no recibir ni un solo euro del estado? ¿No podría ser esta una alternativa que incentivase la implicación de los trabajadores en la defensa de sus propios intereses? ¿No tendrían así las mesas de negociación colectiva una mayor fuerza representativa? No será que todo se hace por defender una forma de vida privilegiada a la que uno tan fácilmente se hace adicto.
¿Dónde ha quedado aquel: “¡Ni nos domaron, ni nos doblaron, ni nos van a domesticar!”?

  • En esta reforma laboral sólo se sacrifican los trabajadores en cambio no hay sacrificio alguno por parte de los empresarios.
Desde que tuve mi primer trabajo, año tras año he ido oyendo en boca de gobernantes y empleadores una expresión que resuena en mis oídos como esa canción pegadiza que inconscientemente tarareamos en verano: “moderación salarial”

Cuando “España iba bien” era necesaria la moderación salarial para poder seguir creciendo. Ahora que todo va mal, no sólo moderación sino también reducción.

Esto hace pensar que en época de vacas gordas, quizá se echa de menos una mejor distribución de la leche.

Seamos sinceros. Es cierto que hay empresarios que han sabido mantener esa misma moderación salarial en sus propios sueldos y que cuando las cosas vinieron mal dadas, han tenido que hipotecar sus bienes y con ello su futuro para asegurar la paga mensual a sus trabajadores. Vaya desde aquí mi reconocimiento a quienes se han visto en tales trances y han querido sacrificarse por el bien de la mayoría.

Desgraciadamente, también ha habido quien teniendo a su empresa bajo un ERE, o tras un acuerdo de reducción salarial por parte de los trabajadores para asegurar la vida de la empresa, no sólo no se ha reducido su sueldo ni un euro sino que ha aprovechado para comprarse un choche de lujo.

Pero este país es así. Tanta gloria como miseria hay por un lado como por el otro. Somos capaces de las mayores heroicidades y de las más grandes vilezas y esto no es cosa de empresarios o de trabajadores, es cuestión de conciencia y a esa, o se la escucha o se amordaza a perpetuidad.

Sin embargo, también la CEOE debería hacer sus reflexiones.
Con 1.450.000 empresarios y autónomos afiliados, tan solo 800 delegados forman la Asamblea General que es su órgano supremo.

Como veis, dado que también en las negociaciones sólo aparecen UGT y CCOO, vuestro futuro laboral lo deciden en realidad los representantes de alrededor de unos tres millones de personas entre sindicatos y empresarios. Ellos se erigen en una representación que, por número quizá no debería corresponderles, visto que la inmensa mayoría de trabajadores y empresarios no se sienten representados por ninguno de ellos.

La CEOE, opera pues más como una asociación de individuos que miran por sus intereses particulares que como una agrupación interesada en el bien de un colectivo. Parecen seguir considerando a los trabajadores como un gasto y no como una inversión.

Me explicaré. Supongamos que tú y yo somos empresarios y que mientras mi empresa fabrica coches, la tuya distribuye prendas de vestir. Ambas empresas se rigen por una ecuación extraordinariamente simple: B = I – G es decir, los Beneficios son igual a los Ingresos menos los Gastos. La restricción salarial en mi fábrica de coches me permitirá una reducción de costes de producción que hará por tanto que mis vehículos sean más baratos y, por consiguiente, más competitivos, de modo que mis beneficios serán mayores. Sin embargo la misma restricción salarial en tu empresa hará que tus empleados, que iban a cambiar de coche, opten por quedarse con el viejo y dejar el cambio de vehículo para momentos mejores, de modo que en realidad, aunque mis costes sean menores, mis ingresos a la larga lo serán aún más puesto que mis clientes potenciales (tus empleados) habrán perdido poder adquisitivo.

¿Por qué será que los países que están soportando mejor la crisis en Europa son los que tienen los salarios más altos? Pues probablemente porque si ingresas mensualmente 3000 euros y te descuentan un 10 por ciento, tus ingresos se quedarán en 2700 lo que quizá te obligue a reducir tus ahorros pero,  si no eres persona de excesos, no supondrá un grave quebranto en tu nivel de consumo y quizá puedas seguir pensando en ese coche nuevo. Sin embargo si tu sueldo son 700, un 10% de reducción supondrá un necesario e importante reajuste de tus gastos y si tenías pensado arreglar aquella rozadura que un día le hiciste al Seat Ibiza en el garaje, ahora el arreglo tendrá que esperar.

Los empresarios se quejan de la falta de productividad de los españoles y los trabajadores de las pésimas condiciones de trabajo. Es decir: “Ellos hacen que me pagan y yo hago que trabajo”

Parece claro que este desencuentro no es un entorno propicio para hacer crecer nada. Se echa de menos una autocrítica efectiva y un cambio de actitud en ambas partes. Nuestros mejores empresarios no están ahogados por las condiciones laborales de sus trabajadores sino por el exceso de impagos y la falta de fluidez en el crédito. Abaratar el despido por definición incentiva los despidos. Reducir los salarios, por lógica reducirá el consumo de la gran masa de personas que en España viven de su trabajo.

Dicen que si bien se destruirá empleo, el año que viene empezará a notarse el aumento de ofertas de trabajo. Pero, ¿qué clase de trabajos?

Nos dicen que es mejor un trabajo de 400€ que ningún trabajo. Pero ¿tiene que ser necesariamente de 400 €? ¿Por qué no de 200? Por qué no abolir el estatuto de los trabajadores, establecer el despido libre y gratuito, y que cada palo aguante su vela, es decir, que cada trabajador “negocie” sus condiciones con el empresario. Eso crearía muchos puestos de trabajo, probablemente el pleno empleo pero,  ¿habría algo que negociar? ¿Qué fuerza tendría el trabajador frente al empleador? ¿No fue eso lo que nos llevó a la revolución industrial?¿Dónde está el límite?¿Qué nos reducirán en la próxima crisis?

Ocurra lo que ocurra el 29 de marzo, tanto si eres asalariado como empresario y no estás afiliado a ninguna organización, no deberías quejarte puesto que todo esto, se debe también a tu apatía. Obviamente, es más fácil saber si un huevo está podrido, que ponerlo.