Tras nacer, y a pesar de que su supervivencia depende de
ello, un niño dispone de pocas aunque muy eficaces herramientas para reclamar
la atención de sus padres.
Quizá el primer gran trauma que debe superar un ser humano
es el que supone desvincular el llanto de la satisfacción inmediata de sus
necesidades.
Pero el sistema: quiero esto - lloro - lo obtengo, más que
desaparecer con la edad, parece haberse transformado. Los, a veces tan mal
empleados conceptos de autoridad, disciplina y esfuerzo, no parecen haber
calado en las nuevas generaciones de padres, cuyas vidas, inmersas en la rutina
del ganar para gastar, no dejan tiempo que invertir en transmitir a sus hijos
valores diferentes a los que ellos practican.
El infantil sistema, se ha transformado ahora en: lo quiero -
lo pido - lo obtengo y cuando falla la tercera fase del procedimiento, se
vuelve a la fórmula inicial sustituyendo quizá el llanto por algo más
contundente.
El fomento de esta conducta nos ha convertido en la
generación del botón y la pastilla. Ya no nos interesa saber cómo funcionan las
cosas sino simplemente que funcionen. Mediante un botón, ordenamos a una
máquina que nos lave la ropa, otro botón nos lavará la vajilla y otro nos
permitirá ordenar a un aparato que nos entretenga. Un catarro no se resuelve ya
con muchos líquidos y siete días de paciencia sino que vamos al médico y le
pedimos que nos recete algo que nos lo quite al instante, aunque tal cosa no
exista.
Exigimos perfección e inmediatez porque pensamos que nuestro
dinero es sagrado y aquello en lo que nos lo gastamos requiere ambas
cualidades.
No perdonamos pero exigimos ser perdonados. Nuestro esfuerzo
es inmenso y nuestro dinero es la unidad de medida de todas las cosas, pero los
demás no se esfuerzan y se creen que con dinero pueden comprarnos. Miramos pero
no vemos. Oímos pero no escuchamos. Vivimos deprisa para llegar a no se sabe
dónde.
Dicen que lo importante ahora no es saber sino, tener el
teléfono del que sabe. Veremos entonces qué ocurre cuando la línea no funcione,
o al otro lado de ella no haya nadie.