Cultivamos y cocinamos lo que ellos comen. Limpiamos lo que
ensucian. Confeccionamos, lavamos y planchamos sus ropas. Construimos sus
lujosas mansiones, los sillones sobre los que descansan y sus ostentosos
vehículos. Preparamos el café que se toman a media mañana. Redactamos las
noticias que leen. Programamos sus ordenadores para que hagan lo que ellos
quieren. Nos ocupamos de su entretenimiento e incluso calentamos sus camas y
guardamos en secreto sus vergüenzas.
A cambio, nos dejan comer sus sobras e incluso quizá un día nos dieron las
gracias.
Si las cosas van bien, ellos ganan y nosotros seguimos
igual. Si las cosas van mal, nosotros perdemos y ellos siguen igual.
¿Cuántas lágrimas nuestras cuesta uno de sus adornos de
oro?
¿Quién es entonces el prescindible y quién el necesario?
¿Sobre qué eje gira realmente el mundo?
¿Por qué seguís pensando que son necesarios?